Subir
una montaña va más allá de una actividad física. Algo tienen las montañas que
nos ponen de buen rollo. Mientras subes, quizás la ilusión del reto, de llegar
a la cima. Mientras bajas, la satisfacción por el objetivo cumplido y, por qué
no decirlo, por ver más cerca las “cañitas” bien ganadas. Quizás el sentirse
vivo, en la inmensidad que se ve cuando miras a lo lejos, en el recodo de una
curva o cuando escuchas la tempestad de un río en pleno deshielo.
Cómo no
levantarse un domingo a las 6 de la mañana, recorrerse 100 kilómetros hasta
Rascafría, notar cómo llega el cansancio a las piernas, las ampollas, las
heridas, el frío, la nieve, incluso el miedo en la niebla… Cómo no hacerlo
cuando sabes que, gracias a ello, algún niño, en Burkina Faso, podrá ir en
bicicleta a la escuela.
8 am.
Puente del Perdón. Qué mejor lugar para empezar la travesía. En él, en la Edad
Media, las autoridades efectuaban los juicios, pues lejos quedaban Madrid y
Segovia entre montañas de más de 2.000 metros. Allí los reos apelaban su
sentencia ante el tribunal en el mismo puente y, si eran perdonados, volvían
sanos y salvos. Si no era así los alguaciles les conducían a la Casa de la
Horca, situada a unos 2 kilómetros en dirección al Puerto de Cotos, donde eran
ejecutados.
Quizás
un poco reos deberíamos sentirnos todos, con tantas posibilidades que tenemos
de ayudar a los que nos necesitan y que
no aprovechamos. Esperamos que el puente nos haya perdonado un poco. Al menos,
volvimos sanos y salvos.
Gracias
a todo el equipo de Llévame Pronto por su generosidad. Gracias a Óscar por el
reto de los 40 picos. A Carlos por su trabajo en Burkina. Y a los chicos y
chicas que subieron la bandera de Factoría de Talento Adecco. Vuestro talento
es solo el principio.
Pablo Burgué
Director de Factoría de Talento